OTRAS ENFERMEDADES OCULARES (MIOPÍA MAGNA, GLAUCOMA, ETC)
¿Qué es la DMAE?
La DMAE (degeneración macular asociada a la edad) es una enfermedad degenerativa de la mácula o zona central de la retina y de mayor sensibilidad visual. Afecta a más de 800.000 personas en España y representa la primera causa de ceguera en mayores de 65 años en los países industrializados.
Esta patología provoca un deterioro progresivo del epitelio pigmentario retiniano (capa que recubre la retina y que la nutre) y de las células de la mácula (donde se concentra un mayor número de conos o fotorreceptores responsables de la agudeza visual y la discriminación de colores). Como consecuencia, se produce una pérdida gradual de la visión central y de detalle.
Existen dos tipos de DMAE, teniendo en cuenta que un mismo paciente puede pasar de uno al otro:
- DMAE seca o atrófica: es la forma más prevalente (alrededor del 85% de los casos) y se caracteriza por una evolución lenta y progresiva. Se produce como resultado de la acumulación de desechos (depósitos amarillentos o drusas), lo que atrofia la zona macular.
- DMAE húmeda o exudativa: aunque es menos frecuente, su avance es más rápido y suele tener un peor pronóstico visual. En este modo de DMAE crece una membrana vascular bajo de la retina, debido a la aparición de nuevos vasos sanguíneos anómalos y muy frágiles, que sangran y pierden líquido, comprometiendo a la visión de manera severa.
¿Por qué se produce?
La edad es el principal factor de riesgo de la DMAE, que no suele aparecer antes de los 50-60 años y cuya incidencia aumenta con el paso del tiempo. Al envejecimiento hay que sumarle la predisposición genética, ya que se ha demostrado que los genes tienen más peso del que se creía hasta ahora en la enfermedad: se estima que un 50% del riesgo de DMAE es hereditario y que la probabilidad de padecerla es entre 3 y 6 veces superior si se tiene un familiar afecto de primer grado.
¿Qué es la alta miopía?
La miopía es un defecto refractivo que provoca que las imágenes se enfoquen por delante de la retina y no sobre ella, lo que dificulta la visión nítida en distancias lejanas.
Cuando el error visual supera las 6-8 dioptrías hablamos de alta miopía o miopía magna, que afecta a cerca de un 2% de la población y aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades oculares potencialmente severas. Por tanto, se trata de una amenaza importante para la visión de la que mucha gente no es consciente y a la que hay que estar atentos.
Estas son algunas de las patologías más frecuentes asociadas al ojo alto miope:
- Desprendimiento de retina: a partir de 3 dioptrías, aumenta 10 veces el riesgo de padecerlo y, con más de 10 dioptrías, la probabilidad se multiplica hasta por 60.
- Otras complicaciones retinianas: destacan las hemorragias retinianas espontáneas, las membranas neovasculares (nuevos vasos sanguíneos que crecen debajo de la retina), las atrofias de la mácula (centro de la retina y zona de mayor precisión) en miopías muy elevadas, los agujeros maculares y las degeneraciones retinianas periféricas.
- Alteraciones vítreas: es el caso de cuerpos flotantes en el humor vítreo, así como desprendimientos o degeneraciones de este líquido gelatinoso y trasparente que rellena el interior del ojo.
- Glaucoma: no solo es más frecuente en personas con miopía que en la población general, sino que también resulta más difícil de diagnosticar y controlar.
- Catarata: se desarrolla más precozmente entre los miopes magnos, que representan un 20% de los pacientes de catarata en edades más jóvenes.
«La alta miopía o miopía magna desarrolla algunas alteraciones en la mácula que pueden provocar pérdida de la visión central». Dr. Mateo – IMO Barcelona
¿Por qué se produce?
La miopía tiene un componente genético, por lo que las personas con antecedentes familiares son más propensas a padecerla. Este defecto refractivo se produce porque la longitud axial del globo ocular (diámetro de la zona anterior a la posterior del ojo) es superior a la normal.
En el caso de los altos miopes, el alargamiento del globo ocular provoca que la retina y otras estructuras oculares se adelgacen y, como consecuencia, se debiliten. El crecimiento de un ojo con miopía magna puede seguir hasta los 50 años y, como mayor es el número de dioptrías, más se estira el ojo y más se incrementan las posibilidades de sufrir patologías asociadas.
¿Qué es el glaucoma?
El glaucoma comprende un conjunto de enfermedades que provocan un daño progresivo e irreversible del nervio óptico. Esta estructura es clave para la visión, ya que, a través de ella, las imágenes que capta la retina (convertidas en impulsos nerviosos) se transmiten al cerebro para que este las interprete y se genere la visión.
Cuando, debido al glaucoma, se produce una muerte precoz de las células ganglionares de la retina, cuyos axones forman el nervio óptico, este empieza a quedar vació por la ausencia de axones. Como consecuencia, se produce una pérdida de funcionalidad y el campo visual del paciente va reduciéndose, si la enfermedad no se trata a tiempo.
¿Por qué se produce?
El principal factor de riesgo que puede desencadenar un glaucoma es la hipertensión ocular. Por lo general, esta condición ocurre porque, por diferentes causas, el humor acuoso (líquido que baña el interior del ojo) no drena correctamente y se acumula, ejerciendo una presión excesiva sobre el nervio óptico y causándole un “estrés” que no puede soportar.
Sin embargo, hay personas con la presión intraocular elevada que no tienen glaucoma y pacientes con valores normales (menos de 21 mm Hg de presión) que, por el contrario, desarrollan la patología.
Hay que tener en cuenta que el glaucoma no es solo la consecuencia de un defecto “mecánico” del sistema de drenaje del humor acuoso, sino que se trata de una enfermedad multifactorial cuyo origen todavía es poco conocido. Se está investigando en este campo y se sospecha que los problemas vasculares pueden estar asociados a los casos de glaucoma con presión intraocular normal, ya que los vasos sanguíneos del interior del globo ocular son de los más finos del cuerpo y, por tanto, especialmente frágiles.
Por otro lado, la predisposición genética es un factor de peso en determinados tipos de glaucoma, como el primario de ángulo abierto (familiar) –el más común– o el congénito –que aparece en los primeros meses de vida– y el juvenil.
¿Cómo se puede prevenir?
La clave para prevenir el daño irreversible que produce el glaucoma en el nervio óptico es el diagnóstico precoz de la enfermedad para poder controlarla antes de que siga evolucionando. Dado que en la mayoría de casos no provoca síntomas hasta fases avanzadas de la patología, se recomienda someterse a revisiones oftalmológicas cada dos años a partir de los 40, edad en la que se activa el proceso degenerativo del ojo y empieza a aumentar la incidencia del glaucoma.
Asimismo, se aconseja que los controles sean anuales en personas con alguno de los siguientes factores de riesgo:
- Edad (mayores de 60 años)
- Antecedentes familiares de glaucoma
- Hipertensión ocular
- Miopía o hipermetropía alta
- Otras enfermedades oculares, como patologías de córnea, retina, uveítis etc.
- Traumatismos oculares
- Ángulo iridocorneal (formado por la córnea y la esclera con el iris) estrecho
- Raza negra o asiática
Los avances en equipos diagnósticos han contribuido a que el glaucoma se pueda detectar en estadios muy incipientes en la consulta oftalmológica. Para ello, es fundamental la exploración del nervio óptico, tanto de forma directa, observando el fondo de ojo, como mediante sistemas automatizados de diagnóstico (OCT y HRT). Otras pruebas importantes son la medición de la presión intraocular (tonometría), así como el estudio del grosor de la córnea (paquimetría), la exploración del ángulo iridocorneal (gonioscopía) y la cuantificación del campo visual (campimetría).
¿Qué es la retinopatía diabética?
Las personas con diabetes pueden tener una enfermedad ocular llamada retinopatía diabética. Esta enfermedad ocurre porque los niveles altos de azúcar en la sangre causan daño a los vasos sanguíneos en la retina. Estos vasos sanguíneos pueden hincharse y tener fugas de líquido. También pueden cerrarse e impedir que la sangre fluya. A veces, se generan nuevos vasos sanguíneos anormales en la retina. Todos estos cambios pueden hacerle perder la visión.